Lo erótico es político

Comparto una selección de una reflexión de Esther Díaz acerca del vínculo íntimo entre lo erótico y la política, que me interesa no solo porque estoy convencida de que es fundamental militar el erotismo y hacerlo una forma de vivir que atraviese todos los aspectos de nuestras vidas, sino además porque me parece fascinante la mitología griega y las formas que hemos encontrado siempre las mujeres/lesbianas para fugarnos de todas las formas de opresión que nos invaden durante toda nuestra existencia. El erotismo, erotizar(nos) la vida, es para mi, una forma de fugar no solo del patriarcado, el machismo y las formas de explotación/opresión sino también del moralismo blanco burgués/cristiano que toma formas inesperadas metiéndose incluso en las “ formas revolucionarias” del vivir ( izquierdas, feminismos, socialismos, etc). Lo erótico es político y nos hace la vida más llevadera.

1. Erotismo y resistencia
Cuenta la leyenda que Mirra, la hija del rey de Siria, deseaba apasionadamente a su padre. Y como el incesto está exento de culpa para los dioses del Olimpo, Afrodita socorrió a la enamorada princesa. Mirra, por esos misterios que sólo las divinidades conocen, logró poseer a su padre muchas noches sin que este se diera cuenta de nada.
Pero al cabo de dos semanas -quizás por escrúpulo moral, quizás por agotamiento sexual- el rey clamó a los dioses por el abuso del que había sido objeto. Y como no todos los seres superiores son tan permisivos como Afrodita, aparecieron agentes de las fuerzas celestiales que castigaron a Mirra convirtiéndola en árbol. Sin embargo el cambio de forma no incidió en su deseo. Aquello que en la versión humana de la princesa había sido flujo hormonal, en su versión vegetal se convirtió en aroma de mirra.
Pero tantas noches de amor dieron su fruto. Nueve meses después de la metamorfosis, un niño surgió de su arbórea vagina. Era Adonis, “el que le da placer a las mujeres”. Siendo pequeño ya se lo disputaban las diosas por su belleza y calidez. Ni qué hablar cuando devino un joven resplandeciente. Fueron tantas las lides en las que se trenzaron las deidades por la posesión de Adonis que, finalmente, por mandato de Artemisa -la rústica diosa cazadora y virgen- el joven fue destrozado por los jabalíes. Las gotas de sus heridas se iban convirtiendo en pétalos sanguinolentos. Ese es el quimérico origen de las rosas.
Las mujeres griegas evocaban el mito de Adonis mediante una fiesta anual que los varones toleraron a regañadientes. Mucho sabían los hombres griegos sobre la estrecha relación entre lo erótico y lo político. Las reflexiones que Platón pone en boca de Sócrates en Banquete y en Fedro son prueba de ello. Por su parte, las mujeres -exiliadas del poder y del gobierno- encontraron en el erotismo y en Adonis su propia manera de hacer política. Resistieron la opresión mediante una peculiar celebración del mito.
Las atenienses, en julio, plantaban semillas de lechuga en macetas. Las regaban con agua caliente para acelerar su crecimiento y las disponían en los tejados de las viviendas. Cuando aparecían los primeros brotes dejaban de regalarlas y los retoños se marchitaban. Remedaban así la muerte de Adonis. Además, la lechuga se consideraba antiafrodisíaca, es por ello que al secarse se desataban los más desaforados deseos. Esa era la noche de las mujeres y del desenfreno. Los hombres, resentidos, se hacían los desentendidos. Se replegaban y dejaban la ciudad en poder de las mujeres, mejor dicho, le cedían los techos de las casas. Esta es una de las astucias de la política. Se afloja esporádicamente el lazo de la opresión para seguir oprimiendo mejor. Una pizca de gatopardismo indispensable y necesaria para dominar sin sobresaltos.
Las mujeres atenienses, en las fiestas de Adonis, no avanzaban sobre el ágora ni sobre otros espacios tradicionalmente viriles. Andaban por los tejados. Hacían corrillos, danzaban, bebían alcohol, cantaban, cuchicheaban, reían maliciosas, quemaban incienso y mirra e intercambiaban mimos sexuales.
En su origen se trataba de un rito agrícola. La muerte de Adonis significaba el comienzo de la fertilidad de la tierra y se producía en primavera. Pero en su recreación urbana la fiesta acontece hacia fin del verano y el marchitarse de la planta significa el florecimiento del deseo. Lo sexual es a la ciudad lo que la fertilidad es al campo.
Esas mujeres, condenadas el resto del año al gineceo, no hacían sus fiestas por la mañana ni a primera hora de la tarde (que eran los únicos momentos en los que eventualmente, y con la debida licencia, podían circular). Festejaban en las tinieblas. Marcaban diferencias, rechazando -aunque más no sea por unas horas- los roles, los espacios y las conductas que el poder viril había delineado para ellas. No copiaban los modelos dominantes. Las fiestas de Adonis eran puntos de resistencia política y erótica instrumentados por las griegas clásicas, no respondían a códigos escritos ni obedecían mandatos patriarcales.
Esas fiestas licenciosas y semiocultas fueron retomadas por las mujeres romanas que, más osadas y en una cultura más relajada, le agregaron el atractivo de alternar con varones dispuestos a prestarles sus favores disfrazados de mujeres. La festividad romana de Adonis al igual que la griega no contaba con el beneplácito oficial de los caballeros (…)
                                                                       Esther Díaz 
https://www.estherdiaz.com.ar/textos/politica_erotismo.htm

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