RECUPERAR EL CUIDADO DE SÍ (cuidar de lxs otrxs)

La ética del cuidado de sí como práctica de la libertad

(diálogo con H. Becker, R. Fornet-Betancourt, A. Gomez-Müller, 20 de enero de 1984)

* Michel Foucault

(…) El cuidado de sí apunta siempre al bien de otros: apunta a administrar bien el espacio de poder que está presente en toda relación, es decir; apunta a administrarlo en el sentido de la no-dominación. ¿Cuál puede ser, en este contexto, el rol del filósofo, de aquel que cuida del cuidado de los otros?

– Tomemos el ejemplo de Sócrates: él es precisamente aquel que interpela a la gente en la calle, o a los jóvenes en el gimnasio, diciéndoles: «¿Te ocupas de ti?». El dios le ha encargado esto, es su misión, y él no la abandonará ni siquiera en el momento en que está amenazado de muerte. Es el hombre que cuida del cuidado de los otros: es la posición particular del.filósofo. Pero en el caso, digamos simplemente, del hombre libre, creo que el postulado de toda esta moral sería que el que cuidase como se debe de sí mismo, se encontraría por ese mismo hecho en grado de conducirse como se debe en relación a los otros y por los otros. Una ciudad en la cual todo el mundo cuidase de sí como debe sería una ciudad que andaría bien y que encontraría allí el principio ético de su permanencia. Pero no creo que se pueda decir que el hombre griego que cuida de sí, deba de golpe cuidar de los demás. Este tema sólo intervendrá, me parece, más tarde. No hay que anteponer el cuidado de los otros al cuidado de sí; el cuidado de sí es éticamente primero, en la medida que la relación consigo mismo es ontológicamente primera .

El cuidado de sí, desprendido del cuidado de los demás, ¿no corre el riesgo de «absolutizarse»?
    Esta absolutización del cuidado de sí, ¿no podría convertirse en una forma de ejercicio del poder sobre los demás, en el sentido de la dominación del otro?
    – No, porque el riesgo de dominar a los otros y de ejercer sobre ellos un poder tiránico, precisamente viene del hecho de que uno no cuida de sí y que se ha vuelto esclavo de sus deseos. Pero si se cuida de sí como se debe, es decir, si se sabe ontológicamente que se es, si se sabe también de que se es capaz, si se sabe que es ser ciudadano en una ciudad, que es ser dueño de una casa en un oikos, si se sabe cuáles son las cosas de las que se debe dudar y cuales de las que no debe dudar, si sabe que es conveniente esperar y cuales son las cosas, por el contrario, que deben serie completamente indiferentes, si sabe, en fin, que no debe tener miedo de la muerte, pues bien, no puede en ese momento abusar de su poder sobre los otros. No hay peligro. Esta idea aparecerá mucho más tarde, cuando el amor de sí se vuelva sospechoso y será percibido como una de las posibles raíces de las diversas faltas morales. En este nuevo contexto, el cuidado de sí tendrá como primera forma la renuncia a sí. Esto se encuentra de un modo bastante claro en el Tratado de la virginidad de Gregario de Nisa, donde se ve la noción del cuidado de sí, la epimeleia theautou, definida esencialmente como la renuncia a todos los lazos terrenos; es la renuncia a todo que puede ser amor de sí, apego al sí terrenal. Pero yo creo que, en el pensamiento griego y romano, el cuidado de sí no puede en sí mismo tender a este amor exagerado de sí que vendría a negar a otros o, peor aún, a abusar del poder que uno puede tener sobre ellos.
– Entonces, ¿es un cuidado de sí el de quien, pensando en sí mismo, piensa en otro?
– Sí, absolutamente. Aquel que cuida de sí, al punto de saber exactamente cuáles son sus deberes (con respecto a lxs otrxs)
A mis amigxs les invito a volver a este texto, o encontrarlo por primera vez, para que no se pierdan en lo efímero de la vida y retomen y lleven para siempre como bandera, el cuidado de sí que no es otra cosa que el cuidado de todxs.
Diálogo completo:

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