Otras Adulteces  son Posibles:

 La Educación Sexual Integral,  escenario para la transformación de lxs sujetxs de enseñanza-aprendizaje

 “ La madurez del hombre 

es haber vuelto a encontrar

la seriedad con la que jugaba cuando era niño”
Friedrich Nietzsche 

          (…)   Los discursos publicitarios, médicos, pedagógicos, psicológicos, de los medios masivos de comunicación, políticos, del mundo del espectáculo, de las redes sociales, etc van construyendo modos de legitimar ciertas maneras de ser y estar en el mundo, separando así, de manera normativa y/o descriptiva, lo bueno de lo malo, lo que sí se puede, y lo que no se puede, lo que si de debe hacer y lo que no se debe hacer, lo aceptable de lo inaceptable, lo correcto de lo incorrecto, y así, por ende  qué sexualidad(es) son  permitidas y  cuáles no, qué prácticas y saberes en relación a la sexualidad son dignas de abordar o cuáles no…Hasta donde se les permite a las juventudes explorar/se y desarrollar su sexualidad. 

       Cuando no revisamos desde qué enfoque estamos abordando una población o una temática podemos caer en el eterno espiral de estas visiones moralistas  y dualistas de la realidad, arrastrando no solo prejuicios sino condicionando nuestro trabajo con las juventudes. Lo demuestra  la cantidad de consideraciones sobre cómo son lxs adolescentes que aparecen repitiendose en un loop eterno en estos discursos. 

      En una actividad de último trimestre de fin de año 2020 comenzábamos con varios cursos a pensar “la salud y las adolescencias” para poder integrar estos conceptos, sus alcances y puntos de encuentro. La primera pregunta que hice fue la obvia: “para ustedes qué es ser adolescente? ¿Cómo son lxs adolescentes?”…

        Un sinfín de discursos de todos los lugares y colores  aparecieron en las respuestas, luego de largos silencios. Irrumpen  como maneras de repetir lo dicho, lo que se escucha, lo que opera en sus imaginarios – y en los sociales en general- . Todo lo que viene de afuera. Hubo que interrumpir esas respuestas (muchas  tenían  forma de  contra-pregunta) para poder ahondar en lo qué realmente pensaban de sí mismxs estxs jóvenes. Las primeras voces decían:

  • ¿qué son irresponsables?
  • ¿que son vagos, profe?
  •  dramáticxs, intensxs
  • ¿que nos les importa nada?
  •  creen que saben cosas pero no
  • son rebeldes (risa nerviosa, como  si esto fuera de connotación negativa)
  • que son inconscientes de lo que hacen

         Se expresaron un sin fín de descripciones  que parecían  salir más  de otros  lugares y sentires que de sí mismos. Lo que más llamó la atención es que sus respuestas   se presentan en  tercera persona:  “ellxs son” . No hubo  aparición de  ninguna expresión de tipo: “somos tanto….” “ somos esto…” “no somos tal…” . Una forma de confirmar los discursos sociales operando en sus propias ideas y pensamientos a la hora de pensar-se.

    Desde aquí se propuso intentar desarmar  esas afirmaciones, concentrar los pareceres  desde los propios cuerpos y así  fueron saliendo otras consideraciones:

  • soñadorxs
  • enamoradizxs
  • dramáticxs
  • divertidxs
  • con ganas de fiesta
  • creativxs
  • desganadxs muchas veces
  • nos ilusionamos mucho

        De a poco un conjunto  de visiones y representaciones sobre sus  identidades  comienzan a manifestarse, son sus propias percepciones, pero principalmente sus propias  voces  y experiencias.

        Estas cargas discursivas  que vienen de afuera a decirles a lxs jóvenes cómo son y qué deben hacer -para corregirlo- se  reproducen y circulan en  las familias, las escuelas,  en nosotrxs mismxs. Recorren los pasillos, la sala de profes, las esquinas,  la hora de la comida, etc. Sabemos  que nada es tan polarizado, que muchas áreas del conocimiento y/o generadoras del saber, profesionales, intelectuales, docentes, activistas, colectivas etc. vienen hace mucho tiempo desarrollando e  intentando otras miradas, menos rígidas , menos prohibicionistas-moralistas de la realidad. Entre ellas la de la  juventud. Sin embargo, las primeras siguen operando de manera fuerte en las adolescencias, basta solo con preguntarles,  como en este caso y salen a flote. 

      La Educación Sexual Integral en este sentido trasciende los  contenidos de aprendizaje como bloques de “cosas” que hay que saber, sino que abre espacio  posibilitando otras formas de relacionar(nos) con nosotrxs mismxs y los demás. Considerar la integralidad como apuesta hacia una  ciudadanía de ejercicio de derechos, generadora  de conocimiento y saberes,  y autocuidados en relación a la sexualidad, construye nuevos discursos para la propia identificación de las juventudes. Retomando sus propias vivencias, personales, grupales, sociales, familiares, que van construyendo otros sentidos  de  y para sí mismos. No solo ser hablados, sino  dar  lugar a las voces  para hablar(nos). Aporta entonces a la construcción de una sexualidad que integra esta visión colectiva y responsable, por eso hablamos de “nuevas juventudes” y esto  necesariamente nos lleva a  tener que pensar y trabajar  en “nuevas adulteces”.

           Entendiendo que lxs niñxs y adolescentes son también sujetxs de derecho como lo sostiene  la ley la N° 26.061 de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, la cual amplía y toma en consideración sus voces, damos lugar a sus opiniones pero sobre todo corre a  lxs adultxs del centro (lo que llamamos adultocentrismo) podemos gestionar espacios y  condiciones para el desarrollo de  vidas más libres,  modos menos prohibicionistas y sobre todo apostar a una mirada que  habilite las experiencias y el crecimiento de estxs niñxs y adolescentxs. Considerandolxs  personas que progresivamente ganan y desarrollan su autonomía abandonando visiones de los mismxs como “propiedad” de sus progenitores  o tutorxs a cargo.

        La educación  sexual integral a la que apostamos viene con sus “irrenunciables” que no están separados de cómo experimentamos y orientamos el vínculo con quienes la trabajamos. Justamente,  es el eje de la valoración de la afectividad el que resulta más transversal a todo este proceso de  enseñanza-aprendizaje. Nos  involucra en las experiencias y la transformación de nuestras prácticas cotidianas hacia la creación de otras formas de pensar y vivir la sexualidad en todos sus aspectos y espectros: las miradas, los gestos, las sonrisas, complicidades, las caricias que  atraviesan nuestras formas de asimilar y aprhender los conocimientos. Con mucho más ahínco y fuerza en estos tiempos de Pandemia por Covid 19 que endureció los escenarios para los encuentros, los intercambios sociales, la forma de “ganarse  la vida”,   los efectos sobre la salud mental y la economía familiar. 

       La ESI por  tanto  es también una manera de crear otras adulteces posibles, no solo en nuestra revisión personal sino también en el ejercicio de abrir miradas con nuestrxs propixs colegas, vecinxs, familiares, comunidades etc. Nuestras resistencias deben ser abordadas y el trabajo en conjunto con familias y la comunidad – vecinxs, clubes, salas de atención médica, instituciones cercanas etc-  fortalecen  la posibilidad de que esas relaciones sean posibles más allá  de nuestro espacio seguro de la clase, el taller o donde sea que se desarrolle la enseñanza y  el aprendizaje de ESI. Abriendo también puertas para no limitar las experiencias y la exploración responsable  de la sexualidad de lxs jóvenes. 

        Ante las afirmaciones rígidas que sentencian “yo no estoy preparadx para esto”, “yo no sé si puedo”, “yo  no estoy capacitadx”, debemos anteponer que lo que opera con más fuerzas en estas oraciones es el miedo que tenemos las adulteces a equivocarnos – que es válido, y que muchas veces puede hasta ser confuso y peligroso-. Pero podemos sortear esas barreras, aprender, informarnos, compartir con colegas, en espacios con otrxs adultxs con los mismos u otros interrogantes, crear redes de consultorías, charlar con profesionales, etc. Experimentar formas de salir de la negación  en pequeños pasos que no son sin un grupo de contención y trabajo para poder abordar responsablemente las temáticas, las dudas y preguntas de lxs jóvenes  pero sobre todo el rol que nos toca. Cambiar el enfoque sobre la educación sexual pero también sobre nuestras prácticas es una herramienta importante para empezar a andar este camino de  mutua transformación. 

    Así, la integralidad  es también  trabajar para que otras adulteces sean posibles, ante  la mirada adultocéntrica y prohibicionista ensayar la escucha, el silencio, atender desde la pausa la demanda. Ante el terror moral a la hora de abordar temas en relación a la sexualidad, habilitar  las dudas, partir de las necesidades, abandonar posturas morales rígidas  y personales que generan hostilidad y vergüenza para las juventudes. Ante la urgencia, la pausa, la mirada,  generar  un clima de diálogo e intercambio genuino para poder reflexionar sobre situaciones.  Ante la exigencia de “ser el ejemplo” permitirnos el error, humanizarlo, ensayar la pedagogía del error como forma válida de aprendizaje. Animarnos a  ser otrxs adultxs para estas otras juventudes.

Belén Barral


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