¿Cómo Hacer?

En la okupa. En la orgía. En la revuelta. En el tren o el pueblo ocupado. Nos volvemos a encontrar. Nos volvemos a encontrar como singularidades cualquiera. Esto es, no sobre la base de una común pertenencia, sino de una común presencia. Esta es nuestra necesidad de comunismo. La necesidad de espacios de noche, donde podamos reencontrarnos más allá de nuestros predicados.

Más allá de la tiranía del reconocimiento. Que impone el re/conocimiento como distancia final entre los cuerpos. Como ineluctable separación. Todo lo que SE –el novio, la familia, el entorno, la empresa, el Estado, la opinión– me reconoce, es por ahí por donde uno cree que SE me tiene. Por el recuerdo constante de lo que soy, de mis cualidades, SE querría abstraerme de cada situación. SE me querría exigir en toda circunstancia una fidelidad a mí mismo que es una fidelidad a mis predicados. SE espera de mí que me comporte como hombre, empleado, parado, madre, militante o filósofx.
SE quiere contener entre los bordes de una identidad el curso imprevisible de mis devenires. SE me quiere convertir a la religión de una coherencia que SE ha escogido para mí. Cuanto más soy reconocida, más mis gestos se encuentran trabados, interiormente trabados. Heme aquí capturada por la malla ultra-ajustada del nuevo poder. En las redes impalpables de la nueva policía: LA POLICÍA IMPERIAL DE LAS CUALIDADES.
Hay toda una red de dispositivos en los que me hundo para “integrarme”, y que me incorporan esas cualidades. Todo un pequeño sistema de fichaje, de identificación y de ‘policiaje’ mutuos. Toda una prescripción difusa de la ausencia. Todo un aparato de control comporta/mental, que apunta al panoptismo, a la privatización transparencial, a la atomización. Y en el cual yo forcejeo. Necesito devenir anónima. Para estar presente. Cuanto más anónima soy, más estoy presente. Necesito zonas de indistinción para acceder a lo Común. Para no reconocerme ya en mi nombre. Para no escuchar en mi nombre sino la voz que lo llama. Para hacer consistir el cómo de los seres, no lo que son, sino cómo son lo que son. Su forma-de-vida. Necesito zonas de opacidad en donde los atributos, incluso criminales, incluso geniales, ya no se separen de los cuerpos. Devenir cualquiera. Devenir una singularidad cualquiera, no está dado. Siempre posible, pero nunca dado. Hay una política de la singularidad cualquiera. Que consiste en arrancar al Imperio las condiciones y los medios, incluso intersticiales, de experimentarse como tal.
Es una política, porque supone una capacidad de enfrentamiento, y porque una nueva agregación humana le corresponde. Política de la singularidad cualquiera: liberar esos espacios en los que ningún acto es ya asignable a ningún cuerpo dado. Donde los cuerpos reencuentran la aptitud al gesto que la sabia disposición de los dispositivos metropolitanos –ordenadores, automóviles, escuelas, cámaras, portátiles, gimnasios, hospitales, televisiones, cines, etc.– les había disimulado. Reconociéndolos. Inmovilizándolos. Haciendo que giren en el vacío. Haciendo existir la cabeza separadamente del cuerpo. Política de la singularidad cualquiera. Un devenir-cualquiera es más revolucionario que todo ser-cualquiera. Liberar los espacios nos libera cien veces más que todo “espacio liberado”. Más que de poner en acto un poder, gozo de la puesta en circulación de mi potencia. La política de la singularidad cualquiera reside en la ofensiva. En las circunstancias, los momentos y los lugares en los que serán arrancados las circunstancias, los momentos y los lugares de un anonimato tal, de una parada momentánea en un estado de simplicidad, de un anonimato tal, la ocasión de extraer de todas nuestras formas la pura adecuación a la presencia, la ocasión de estar y ser, al fin, ahí. –
                                                       ¿Cómo hacer? Tiqqun                                                        https://edicionescrimental.files.wordpress.com/2014/05/como-hacer.pdf

 


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